lunes, 21 de julio de 2014

Lo que va entre zanja y pared de ladrillo...

Hola. Siento el desorden, pero entre tanto trabajo de albañil se nos olvida el de comunicar... Y hay que tener en cuenta que no tenemos ordenador, o mejor dicho, el que tenemos a pie de obra va tan a pedales que no tenemos paciencia para escribir allí los post...Así que hoy que nos hemos escapado unas horas y tenemos máquina, aprovechamos para postear como es debido.
El caso es que entre unas cosas y otras, os hemos llevado desde la zanja hasta las primeras hiladas de ladrillo sin comentar lo que va en medio, que no es poco. De eso va este post, que en realidad debería ser anterior al de los ladrillos. Sorry, sorry, son las cosas de la vida...
Sobre el fondo de las zanjas va un lecho de grava y sobre éste, otro de cemento, que servirá de asiento para las tres hiladas de ladrillo. Encima de éstas irán las pacas de paja.
Suena fácil y más o menos, lo es. Es decir... Cuando la grava y la arena están a tomar por saco de la obra, que es el caso, y cuando una de las carretillas disponibles es la de Pedro Picapiedra (¿recordáis las ruedas de piedra? pues eso) llevar la grava y la arena es un poquito arduo. Los sacos de cemento pesan 25 kilos, y manejarlos entre dos es también un tanto costosillo. Y luego, llévate el cemento hasta la obra. Y los ladrillos....ufffff... creo que hasta el momento es lo que más nos está costando, así que briconsejo: acercad los materiales a la obra lo máximo posible.
Por supuesto que hemos descubierto cosas muy agradables. Por ejemplo, hacer cemento. Se cogen 5 partes de arena por 1 parte de cemento (en principio, luego es como todas las recetas: a ojo) y se mezclan bien hasta que la mezcla tiene color de uniforme de cole de monjas (de los grises). Cuando está todo bien mezclado, se hace un hoyo y se añade agua. Y se mezcla todo bien hasta que queda una pasta con la consistencia de una masa de pastel. ¿Muy sólida? Más agua. ¿Muy líquida? Más arena. Muy entretenido.
Para que el cemento quede como una acera hemos empleado dos listones de metal que hacen de molde: se colocan en el suelo, se fijan con dos anclajes (en este caso, dos varillas metálicas clavadas en en suelo a cada lado de la barra, que la sostienen en su sitio). Entre ambos listones se echa el cemento a paladas y con una tabla se enrasa, retirando el sobrante. Y ya está, hay que dejarlo fraguar una horas con cuidado de que no se arrebate: si hace mucho calor fragua demasiado deprisa y acaba agrietándose. 
Ya sé que para los que sabéis de albañilería esto es el ABC ... pero yo no sabía nada... y me ha gustado mucho aprenderlo.


Lo de poner ladrillos es entretenido. Tanto, que esta mañana del 21 de julio se nos han pasado 6 horas con el invento. Muy cansado, pero engancha. Y da mucho gusto ir viendo que una pared cobra forma, mira tú por dónde. Para colocarlos se utiliza una cuerda guía con las medidas correctas, de alto y de ancho, y lo demás es cuidado, un buen nivel que nos vaya asegurando que están donde deben estar y una maza poderosa que vaya golpeando para poner los ladrillos en su sitio. La maza poderosa es muy muy pesada. Mucho. Qué dolor de bíceps...




He descubierto que me encanta partir los ladrillos con un cincel para rellenar en aquellos puntos de cierre en los que no cabe un ladrillo entero y hay que recortar: tomas la medida (éranse unas mujeres a una cinta métrica pegadas), empiezas a dar golpetazos con el canto de una paleta de echar el cemento, y en las grietas metes un cincel y vas golpeando con la misma maza poderosa de antes (o similar), a veces a lo bruto y a veces delicadamente, hasta reducir el ladrillo a la medida justa. Me he sentido toda una Miguel Ángel del ladrillo. Me han quedado estupendísimos todos.


Y ya está, creo que no me dejo nada. Hasta el próximo día.


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